9.- EL CRUCE (I)
- manuzubi
- 12 dic 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 13 dic 2024
Cuando crucé la frontera desde Gabón hacia Camerún, sabía que ya no había vuelta atrás. Dejé todo lo que conocía y me metí en algo que no sabía cómo iba a terminar. No era la primera vez que tenía estos pensamientos, había pasado ya por momentos muy difíciles en mi vida pero no me acostumbraba. No conocía ni los caminos que iba a recorrer ni la gente que iba a encontrar, pero lo que más me daba vueltas en la cabeza era lo que significaba este viaje. Iba a pasar por países que no conocía: Camerún, Nigeria, Níger, Argelia… hasta llegar a Túnez. Y desde allí, quién sabe cómo, seguir hacia Europa.
Imaginaba que no iba a ser fácil, y claro que tenía miedo. Miedo de que me atraparan, de no llegar, de quedarme sin fuerzas. Pero no quería pensar demasiado en eso porque si lo hacía, el miedo podía ganarme. Y no podía dejar que eso pasara. Tenía claro lo que quería y no había otra opción. Esto era lo que tenía que hacer, sí o sí.
En Camerún ya empecé a sentir el peso del viaje. Tenía que moverme con cuidado, observar a todos y no confiar demasiado en nadie. La gente te puede ayudar, pero también te puede traicionar. Cada día era una lucha para avanzar, y aunque estaba cansado y con hambre, algo dentro de mí no me dejaba parar. Me decía: “Sigue. Esto es solo el principio”.
La noche era difícil. A veces era lo único que me ayudaba, porque podía moverme sin que nadie me viera. Pero también daba miedo, porque en la oscuridad nunca sabes qué te espera. Había escuchado historias de gente que no lograba pasar, de los que quedaban atrapados en el camino, pero no quería pensar en eso. Me repetía: “No te va a pasar lo mismo. Tienes que llegar”.
Por dentro estaba esa pelea constante entre el miedo y las ganas de seguir adelante. Cada vez que el miedo parecía más fuerte, pensaba en mi familia de Europa, quería volver a estar con ellos. Este viaje no era solo de kilómetros. Era como enfrentarme a mí mismo, demostrarme que podía hacer esto, que tenía el valor. A veces dudaba, claro que sí, pero algo dentro de mí seguía empujándome. Algo que me decía que al final todo iba a valer la pena.
Llegué a la primera ciudad de Camerún, saliendo de Gabón. Se llama Ambam. Fui a la estación de autobuses para tomar un coche hacia el norte de Camerún. Me dijeron que no iban hacia allá, pero que podía tomar un coche hasta la capital, Yaundé, y que desde allí había grandes autobuses hacia el norte.

Después de unas horas de camino, finalmente llegamos a la capital. Eran alrededor de las 8 de la noche. Bajé del coche y el conductor se me acercó. Me dijo que no me alejara de la estación de autobuses y que permaneciera dentro. Entendí el mensaje que quería transmitirme. En la estación, pregunté por los coches que iban hacia la frontera con Nigeria. Según el mapa, mi destino era Bafoussam, que no está lejos de la frontera con Nigeria. Un hombre me explicó que allí los coches no viajan de noche, solo por la mañana, y que debía cambiar de estación de autobuses. Lo que me quedaba por hacer era buscar la estación que iba al noroeste del país y asegurarme de salir al día siguiente.
Le pedí a un taxista que me llevara a esa estación. Me cobró 2.000 FCFA, acepté y nos fuimos. Al llegar, fui directamente a la recepción y compré un billete hacia Bafoussam por 20.000 FCFA. Pregunté dónde podía dormir, y la mujer de la recepción me dijo que allí nadie duerme. Así que salí y encontré un hotel por 5.000 FCFA. Dormí hasta las 6 de la mañana y me dirigí a la estación.
A las 7:30 estábamos en camino a Bafoussam. Después de muchas horas de viaje, llegué. Estaba un poco perdido, pero me controlé. Los conductores me preguntaron adónde iba. Les dije que quería cruzar la frontera con Nigeria. Me preguntaron si hablaba inglés; respondí que sí. Me dijeron que podían llevarme por 5.000 FCFA. Acepté.
El viaje duró tres horas y llegamos a Bamenda, pero la carretera era muy mala. Me di cuenta de que todos en el bus hablaban inglés, así que me mantuve callado. Al llegar, ya eran las 11 de la noche. Las motocicletas-taxi rodearon el vehículo. Todos los pasajeros se fueron, excepto yo. Le pedí al conductor que me ayudara a encontrar un lugar para dormir. Me advirtió que ese día era "ghost town" (día de pueblo fantasma).
Cuando pregunté por qué, me explicó que estaban en guerra con el gobierno, querían separar el país. Me mostró un lugar donde habían matado a ocho personas el día anterior. Vi sangre en el suelo. Esa noche dormí en un hotel. La mujer del hotel me mostró las marcas de balas en las paredes y me advirtió que no saliera, que era muy peligroso. Más tarde he sabido que en el norte de Camerún "Ghost Town" (ciudad fantasma) se refiere a una forma de protesta pacífica utilizada principalmente en las regiones del país que hablan inglés. Se trata de una lucha por mayores derechos y autonomía frente al gobierno central, dominado por francófonos. Consiste en no ir a trabajar, no ir a la escuela y no abrir las tiendas. De esa manera los pueblos se paralizan y se convierten en "ciudades fantasma".
A la mañana siguiente, llamé al motociclista para que me llevara a la frontera. Me explicó que había puestos de control en el camino y que debía pagar 1.000 FCFA en cada uno, un total de seis puestos. Nos adentramos en una gran selva. No había carreteras para coches. Después de varias horas de camino, nos unimos a otras personas que también iban hacia Nigeria.

Cuando el motorista llegó, lo primero que hizo fue llevarme a su casa para recoger su mochila. Desde allí partimos, enfrentando dos días de viaje para llegar al pequeño pueblo de Benakuma. Era un lugar tranquilo, pero todo en él anunciaba que nos acercábamos al peligro. Al llegar, hicimos una pausa, y allí conocí a un doctor que ayudaba a los combatientes que había en la selva. Incluso pasé la noche en su casa. El motorista y yo dormimos en una habitación. Había otra persona que estaría enferma y que no paraba de llorar. No podía verle la cara porque allí no hay electricidad y estaba todo muy oscuro. Recé mis oraciones y me quedé dormido.
Al día siguiente, el doctor me dijo toda la verdad. Pensaba que el motorista no me había contado cosas que debía saber. Me dijo que me encontraba en una zona donde reinaba la guerra y que si conseguía seguir por Camerún hasta la frontera llegaría a una zona de Nigeria en la que tendría muchos problemas. Si se daban cuenta de que hablaba inglés pensarían que era un espía y me harían muchas preguntas. En ese momento, quise darme la vuelta y regresar. Todo mi cuerpo me decía que ese no era mi lugar. Pero ya era demasiado tarde. El doctor me dijo que si volvía me reconocerían y al verme de regreso pensarían que era un espía y entonces me mataría a mí y al motorista. Me aconsejó que debía seguir hacia la frontera de Nigeria aunque fuese peligroso. Recuerdo sus palabras con claridad: "La lucha es para los hombres. Si no tienes intenciones claras, lo sabrán. Pero puedes intentarlo."
(Julio 2023)




Comentarios