7.- RUMBO A CASABLANCA
- manuzubi
- 8 dic 2024
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 11 dic 2024
Cuando Blanchard conoció la cantidad de dinero que había logrado reunir, me agradeció con tanto entusiasmo que no pude evitar sentirme un poco aliviado. Se le notaba ilusionado, como si esa ayuda fuera la chispa que necesitaba para empezar de nuevo, para dar el siguiente paso en su vida. Había algo en su tono, en su manera de expresarse, que me hizo creer que estaba listo para cambiar, para dejar atrás las dificultades. Insistía en que saldría adelante y que a partir de ese momento podría arreglárselas por si sólo.
Sin embargo, una sensación de incertidumbre seguía rondando mi cabeza. No podía dejar de preguntarme si había hecho lo correcto al implicar a otras personas en esta situación. Las dudas seguían presentes, sobre todo por lo que podría venir después. Pero algo me tranquilizaba: el mensaje había quedado claro, había sido directo y firme. Este sería el último dinero que le daba, y esa era una promesa a la que me aferraría, aunque las circunstancias cambiasen. Si el viaje a Marruecos no resultaba como esperaba, si las cosas volvían a torcerse, siempre podría sostenerme en mis palabras y en las suyas. Era el punto final de nuestra relación económica, y eso me daba la certeza de que, sin importar lo que viniera, yo había sido claro en cuanto a los límites que no pensaba cruzar de nuevo.
Al día siguiente acudió a una agencia de viajes a tramitar su vuelo rumbo a Casablanca. Estaba obligado a comprar un billete de ida y vuelta ya que algunos gobiernos requieren este tipo de pasaje como una forma de asegurar que el que viaja regresará a su país de origen después de una estancia temporal. Este requisito se utiliza, además, para evitar la inmigración ilegal o la permanencia en el país más allá del tiempo permitido por la visa. Fue algo que me sorprendió en un principio pero que Blanchard me explicó con conocimiento de causa cuando le planteé mis dudas.
Ingresé parte del dinero el dinero en la cuenta que teníamos en común de manera que pudiese disponer del dinero utilizando la tarjeta de crédito. Guarde otra parte para administrarlo en función de cómo se desarrollaban los acontecimientos, Por cierto, la experiencia con los cajeros automáticos en África y, especialmente, fuera de las capitales, ha sido todo menos sencilla, y Blanchard la ha vivido en carne propia. Encontrar un cajero ya era una tarea complicada: a menudo estaban mal señalizados o situados en lugares poco accesibles. Cuando finalmente Blanchard daba con uno, no era raro que tuviera que esperar a que cargaran dinero, algo que podía tomar horas o incluso días. Además, la mayoría de las veces había un límite estricto en la cantidad de efectivo que podía retirar, lo que complicaba aún más la logística de su día a día. Todo esto añadió una capa extra de dificultad a un camino que ya de por sí estaba lleno de obstáculos, poniendo a prueba su paciencia y su capacidad para improvisar soluciones en cada paso del recorrido.
- ¿Cuánto has sacado?
-300,000 FCFA (unos 460 €). He ido luego a otro cajero, pero no tenía dinero. Me han dicho que la cargarán con el dinero esta noche. Vendré mañana otra vez.
- ¿Y has reservado el billete?
- Sí, me han puesto en un papel que dice que he pagado una parte y mañana llevaré el resto. La chica se ha portado muy bien.
Blanchard siempre había tenido un talento especial para convencer, un don que, si se pudiera medir, estaría al nivel de un vendedor de hielo en el Ártico. Esa habilidad le sirvió una vez más cuando, enfrentado a las limitaciones del cajero que no le permitió retirar más de 300,000 FCFA, decidió no darse por vencido. En lugar de rendirse ante el obstáculo, fue directo a la agencia y, consiguió que la chica que le atendió aceptara un pago parcial como depósito. Con su sonrisa y unas palabras bien colocadas, logró que ella hiciera la reserva del billete, prometiendo regresar con el resto del dinero en cuanto pudiera.
Blanchard, parecía encontrar tranquilidad en cosas que a muchos de nosotros nos generarían ansiedad. Salir de la agencia con un papel, un simple recibo que detallaba cuánto había depositado y cuánto le faltaba por abonar, era para él una garantía suficiente. No cuestionó si el sistema era seguro, ni pidió más documentos, ni se preocupó por posibles irregularidades. Tal vez porque, en aquella parte de África, donde las normas escritas conviven con la improvisación diaria, esa era la forma en la que las cosas funcionaban.

Cualquiera de nosotros, acostumbrado a sistemas más rígidos y formales, habría exigido mayores garantías antes de entregar dinero. Pero Blanchard no necesitaba tanto. Para él, aquel recibo era un pacto sellado, una promesa que se cumplía más con la palabra y la confianza que con protocolos y documentos.
Esa tranquilidad que Blanchard demostraba, que para mí resultaba tan incomprensible, probablemente se debía a la diferencia cultural y de usos y costumbres entre África y Europa, una diferencia que he podido constatar en muchos aspectos y en innumerables momentos de esta historia. Allí, la confianza en la palabra, en un simple papel o en los acuerdos informales parece ser una norma aceptada, mientras que en nuestro mundo prevalece la burocracia, los contratos y las pruebas tangibles que garanticen cada paso.
A veces, no puedo evitar envidiar muchas de esas costumbres suyas, que, aunque más problemáticas en ciertos momentos, se sienten más auténticas, menos rebuscadas, más conectadas con la humanidad y la realidad del día a día. Es como si su manera de vivir, menos atada a las formas y más centrada en la esencia, les permitiera enfrentarse al caos con una serenidad que nosotros, con toda nuestra planificación y papeles, rara vez logramos alcanzar.
- Pero me dijiste que el billete de ida y vuelta costaba más de 1000 € - recordé que la cifra superaba los tres dígitos en nuestra última conversación
- Hable con la chica y le dije la verdad. Voy a Marruecos pero no voy a volver y le pregunté si podía hacer algo para que el billete no fuese tan caro. Me dijo que su hija vivía en Marruecos y que si le llevaba el correo podría hacerme un favor: el papel diría que era un billete de ida y vuelta pero en realidad había solo un billete de ida y por eso el precio es menor.
- Joder, txabal, siempre te has arreglado bien con las chicas…-le dije convencido
- Me arreglo bien con todo el mundo - me dijo entre risas y buen humor.
- Eso es verdad- dije zanjando el tema.
El vuelo salió a las 5:30 del 1 de julio de 2023 desde el aeropuerto de Leomba. No tuvo problemas para embarcar ya que portaba su pasaporte en regla y un billete “fake” pero de apariencia legal.
Cuando el avión despegó hacia Casablanca, sentí una mezcla de emociones enremezcladas. Por un lado, estaba la ilusión de saber que mi amigo estaba a punto de comenzar una nueva etapa, llena de posibilidades y esperanzas. Quería creer que este viaje marcaría el inicio de su independencia, que sería capaz de abrirse camino por sí mismo en su nuevo destino.

Al mismo tiempo, experimenté un alivio profundo, casi reconfortante, al pensar que, tal vez, mi implicación en sus problemas empezaría a disminuir. Quizá, por fin, las circunstancias le permitirían manejar su vida sin depender tanto de nosotros. Pero esa calma tenía sus matices, por lo que no podía evitar sentirme nervioso. Sabía que había muchas expectativas puestas en este nuevo capítulo y que el éxito de este plan también lo sentía como una responsabilidad mía. No solo por Blanchard, sino también por todas las personas que habían colaborado desinteresadamente para que este viaje fuese posible. Necesitaba que todo saliera bien, por él, por mí y por quienes creyeron en esta oportunidad confiando en mí.
Estaba contento, la policía gabonesa me dejó embarcar sin problemas y el viaje fue tranquilo. Cuando llegue al aeropuerto Mohamed VI y me dirigía hacia la salida, la policía de inmigración marroquí me dio el alto. Me pidieron el pasaporte y después de examinarlo y hacer unas comprobaciones me dijeron que debía salir de la fila y esperar en un lado. Un poco más tarde me llevaron a un local de la policía y allí estuve durante horas.

Estaba inquieto pero a la vez tranquilo, porque tenía un pasaporte que estaba en regla y no tenían ninguna razón para retenerme. Durante ese tiempo un policía me dijo que había una razón por la que no podía entrar en territorio marroquí , pero que el comisario vendría para decirme el motivo.
Al rato llegó el comisario y me dijo directamente el motivo de mi retención: en sus registros aparecía una mi entrada en Marruecos en el año 2019 pero no constaba la salida del territorio. Les hizo sospechar que salí de Marruecos de manera ilegal y en esas condiciones no podían dejarme pasar.
El comisario me dijo que no podían dejarme entrar al país, pero que había otra manera de pasar la frontera. Les dije que bien, que estaba dispuesto a escuchar su propuesta y le pregunte por esa manera de entrar a Marruecos. Me explicó que pagando una suma de 3.000 dirham (unos 390 €) podría salir del aeropuerto sin problemas. Era algo a lo que ya estaba acostumbrado.
Le dije que no tenía dinero en efectivo pero que podía sacarlo en un cajero. Pero, dos minutos más tarde el comisario recibió una llamada desde la dirección de la policía preguntándole si yo seguía en su oficina. Se llevó las manos a la cabeza y se enfado con el otro policía preguntándole por qué había informado a la dirección de que me tenían allí.
Esa llamada cambió las cosas. El comisario me dijo que lo sentía, pero que debía volver a mi país en las siguientes 6 horas. Me dijo que había intentado ayudarme pero que esta vez no había podido ser. Yo no dije nada.
Me dejaron en una de las salas del aeropuerto. Me di cuenta entonces de que iban a descubrir que mi billete era sólo de ida ya que no existía una reserva desde Casablanca a Libreville. Entonces me dijeron que viajaría con la misma compañía que me había traído hasta Marruecos porque mi billete de vuelta pasaba por Guinea Ecuatorial y no existía ese vuelo hasta unos días más tarde. No se si se dieron cuenta o no de la trampa, pero al menos la vuelta no la tuve que pagar.
(Julio 2023)




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